miércoles, 27 de octubre de 2010

Grietas 20a

Denisse Sánchez Erosa
Un pasquín del Grupo
La Resistencia 2012
Número 20 / 27 Oct 2010
En la edición: Denisse Sánchez Erosa . Bárbara
López León . Argentina Casanova . Ileana
Garma . Mario Pineda . Adán Echeverría
Dirección: Jorge Manzanilla
palabrasgrietas@yahoo.com.mx


Descarga el pasquín en PDF:
http://www.megaupload.com/?d=NDI98MV5








NO VAYAS AL BARROCO
MARIO PINEDA





Las restricciones, discriminatorias, que se aplican en las entradas y en la atención al cliente de algunos bares y antros, no sólo provocan que estos negocios presenten una imagen elitista y burguesa ante la sociedad, sino también la falta de calidad moral y educación humana de sus propios dueños. 
En mis preferencias para disfrutar las horas nocturnas de los fines de semana, rotundamente niego espacio a este tipo de lugares. Sin embargo, una amiga muy querida y especial para mí, decidió celebrar su cumpleaños en uno de ellos. No podía dejarla mal por lo que, el viernes en la noche, saqué del closet una de las camisas
que llevo al trabajo, sitio a donde asisto “bien vestido” porque tengo contacto con representantes de los medios de comunicación y políticos yucatecos. Me puse un pantalón oscuro, y sobre la cabeza me acomodé el sombrero que suelo llevar a cualquier fiesta. Tras la mirada en el espejo, y una perfumada, subí al coche y manejé durante media hora hasta llegar a la plaza comercial City Center, ubicada en el norte de la  ciudad y que da terreno al bar "Barroco".
Buscar lugar en el estacionamiento no fue difícil, había muchos cajones vacíos, y obviamente paré el automóvil entre las líneas de uno de los más cercanos al establecimiento nocturno. Cuando llegué a la entrada vi que las mujeres pasaban sin problema, en especial las de amplio escote y buen cuerpo, mientras los hombres formaban una fila porque tenían que someterse a un filtro de seguridad: un robusto cadenero que cargaba en sus manos un detector de metales. Para agilizar mi acceso y evitar la orden "saca lo que tengas en las bolsas", me adelanté y mantuve en mis manos celular, cartera y llaves, esperando mi turno, pero al
llegar éste, el mencionado sujero no me pidió que depositara mis pertenencias en la canastita y tampoco que levantata las manos. Con aparente burla me dijo: "No flaquito, con esa ropa no entras". La negativa se me hizo rara. Pensé que el sombrero era la mancha en mi vestimenta, y pregunté si era necesario que me lo quitase, pero ni así, casi riéndose me seguía diciendo que No y No.
Como la festejada, junto con una amiga y un amigo, ocupaban una de las mesas cercanas a la puerta, éste último se acercó para averiguar por qué razón no podía entrar. Después de ser informado, intentó convencer al cadenero, a los meseros y al gerente, pero seguían con lo mismo, sin informar cuál era la razón para que Yo, graduado de Licenciado en Comunicación por la Universidad Modelo, Premio Estatal de Poesía Joven, ciudadano que paga sus impuestos, no pudiera entrar al mencionado bar.
Durante ese mal intento de atención al cliente que sufrieron mis amistades, vi a hombres y mujeres que estaban en el interior, dado que la primera parte del bar es una terraza limitada con vallas y cadenas, y ¡Qué sorpresa!, había mil formas de combinaciones de ropas, vestimentas y tocados. Incluso miré a un tipo con el clásico pantalón de mezclilla deslavado y descocido en las rodillas. El revoltijo de ropas me hizo entender, que la frase "No flaquito, con esa ropa no entras", disfrazaba un necio"No entras por moreno. No entras por chaparro. No entras porque afeas el lugar".
El cadenero seguía con su mirada burlona. Irritado, me alejé rumiando mi furia. Mientras caminaba se formaba en mí un sentimiento de ira que poco a poco se transformó en algo doloroso, jamás había sentido algo similar creciendo en mi interior. La festejada me marcó al celular para pedirme que esperara, que iban intentar una solución para que yo lograra entrar, pero le contesté que no tenía porque estar soportando esas pendejadas elitistas y le colgué. 
Me subí al coche. No giré la llave, porque sentía que se acercaba la explosión en mis internos, y en cuestión de segundos comencé a llorar. Nunca me habían discriminado por mi apariencia física, lo sentí feo. Las lágrimas dolían. No podía dejar de vertirlas. Eran las lágrimas que seguramente han sentido los mexicanos y mexicanas con rasgos indígenas que van a las ciudades, los homosexuales agredidos por donde caminan, los
ancianos olvidados y las mujeres despedidas de sus centros de trabajo porque están embarazadas o porque no cedieron sexualmente. No quería seguir allí viendo las enormes letras del nombre del RACISTA BAR. Reflexioné y comencé a calmar mi estado de ánimo para poder conducir por la ciudad, y en ese rato le mandé un mensaje a mi amiga diciendo que me iba a otro lugar donde me aceptaran por el simple hecho de ser un humano, por el simple hecho de ser Yo.
Maneje por las calles de Mérida queriendo vestir mi camiseta negra del "Ché" Guevara o la que presume la efigie de Bob Marley. Escuchaba en el estéreo rolas de La Maldita Vecindad y comencé a cantarlas poco a poco, paladeando cada una de sus letras, liberándome. Mi destino era cualquier foro de cultura alternativa de la ciudad de Mérida. Lugares donde las puertas siempre están abiertas. No hay cadenas. Puedes azotar tu humanidad junto a otro ser igual a ti al bailar Slam. Tomar las chevas sin un mesero presionando para que sigas consumiendo. Escuchar cualquier tipo de música, ska, reggae, metal, trova, rock, platicar de cualquier tema, vestir como sea, y mirar a las chicas libres y divertidas, sonrientes y encantadoras, sin falsas poses narcisistas.
En uno de esos foros apuré dos cervezas mientras una banda de rock, tocaba y prendía al auditorio. Mas tarde esa misma noche, desestrezado y feliz, caminé por las calles tranquilas de Mérida, para ir a comer una hamburguesa con el ‘doguero’ que trabaja en una de las esquinas del zócalo de la ciudad. Abordé mi auto, y regresé feliz a mi casa porque el mal momento fue arrancado de mi, gracias alambiente de miradas amistosas y amable atención que me arropó, liberándome.
Lo que me pasó ese viernes, estoy seguro que no se compara con otros actos discriminatorios que han dado golpes y muertes a otras personas, es decir, para muchos quizá fue una minucia en comparación con lo que muchos han sufrido, pero el acto no deja de ser deleznable, ruin y obsoleto, y no debe ocurrir más. Por eso decidí comentarlo en el facebook al día siguiente. De inmediato, amigos, amigas y muchos contactos me
expresaron palabras de apoyo. Publicaron la nota en sus muros, para que en menos de veinticuatro horas pudiera yo encontrar en esas publicaciones, comentarios de gente que también han tenido mala experiencia en el bar "Barroco" ubicado en City Center en Mérida, Yucatán, pero faltaba un grito para despertar a las voces.
Por ello he decidido iniciar un boicot pacífico mediante mi vida cotidiana. Cada vez que me pregunten sobre algún lugar para pasar la noche en Mérida, primero diré NO VAYAN AL "BARROCO", ya que es un sitio donde discriminan, la cerveza es cara y hay música mala, y el servicio es pésimo (según los comentarios de las otras personas que se han quejado del sitio vía notas en el facebook y por correos electrónicos).
No sé cuanta gente quiera apoyar esta causa. Espero que mucha y no solo criticando a ese bar, sino también otros, todos aquellos donde ocurra lo mismo. El objetivo es que pierdan clientes y eso obligue a sus dueños a entender que en esta época, cuando los homosexuales se casan, las mujeres ocupan cualquier cargo político, y el país más racista de la humanidad es gobernado por un afroamericano, sus reglas discriminatorias son obsoletas. Para ser de una raza de élite, no es necesario despreciar a las demás, basta ver y aceptar a cualquiera sin preocuparse por las desigualdades de rostros, color de piel, idiomas o gustos y avanzar de frente y no mediante este tipo de bajezas oscurantistas.
Por cierto, la festejada no me olvidó. Me llamó al celular diciéndome que se habían ido a otro bar, porque a otros dos amigos tampoco los dejaron entrar al "Barroco", fueron discriminados.




EL MECENAS DE LOS POETAS EBRIOS
JORGE MARTÍNEZ MEJÍA




Me dispensé la literatura como un ladrón de la comedia humana. Hurté
la ciencia y el mal en un magnífico volumen, durante una noche que tropecé
con la cabeza de un viejo parecido a Baudelaire. Escribí mi primer Góngora a
la orilla de un pueblo de mineros donde los niños nos hicimos hombres a los
catorce años. Fui el mejor bebedor, el mecenas de los poetas ebrios, de los
fumadores de marihuana. Una mujer me besó en la calle de los burdeles para
asombro de la muchedumbre. Estuve encerrado en una prisión antigua y los
reos me elevaron en hombros gritando mi libertad. He vivido sin retirarme y
sin renunciar a mi nombre ni a mi causa. Un día volveré desde el fondo de mi
tumba para tomar mi puesto.







SILENCIO
BENJAMÍN ARAUJO



Cuánto tiempo había tardado para poder acallar aquél ruido que taladraba su
cerebro. Era imposible precisarlo. Los parámetros con los cuales nos hemos
acostumbrado a medir todo se pierden en situaciones irregulares. Y aquella lo
era, sin duda alguna.
Por eso cuando regresó a aquél agujero de donde nunca debió haber
salido, pudo tomar algunas notas, garrapatear ciertos detalles, pero omitió,
porque no había de otra, toda referencia a tiempo, clima y ciertas dimensiones
espaciales.
Pocos podían haber sobrevivido a aquella experiencia. Era como haber
sido enterrado en vida. Como quedar confinado en un apando existencial que
no parecía tener el menor futuro; pero además, por el ruido infernal que parecía
desplazar cualquier idea del cerebro, tampoco hubo, durante ese indefinido
pero extenso lapso, posibilidad de acuñar algunos pensamientos, ciertas
reflexiones; de aquella experiencia sólo quedaban sensaciones, profundos
recuerdos de angustia y de dolor. Casi ninguna otra idea.
De aquellas notas habría de surgir todo un cuadernillo de deshilvanadas
reproducciones de aquel tiempo. Cuando recogieron su cadáver, algún
rescatista se echó en el bolsillo trasero del pantalón el cuadernillo. Nadie más
reparó en él. En los diarios se habló, durante tres o cuatro días, de lo que
mencionaba la policía: pudieron haber sido ocho meses o un año, acaso más,
lo que duró aquella situación para el hombre desconocido que resultó víctima
de no sabía quienes, ni por qué.
Si se les hubiera ocurrido preguntar a los rescatistas hubieran localizado
al hombre que se llevó la libreta, y en ella hubieran encontrado, sin duda, la
clave del misterio. Pero no lo hicieron. Ni el hombre que se hizo del manuscrito
tuvo la sensibilidad para desentrañar aquellos mensajes. No le interesaron.
No le importó que el autor de esos trazos pretendiera comunicarse desde
aquél más allá con el resto del mundo; ni mucho menos que algunas de las
informaciones tuvieran como referente a familiares, amigos o vecinos. Si eso
no les interesó, ya ni qué decir de los momentos, así fueran breves, en que
desde aquél agujero pretendió tocar la inmortalidad con dos o tres frases bien
pulidas.
El rescatista, luego de hojear la libretitita y desprender de ella un bostezo,
se encaminó al calentador de leña y la arrojó al fuego. Mientras desaparecían
aquellos indicios, se tumbó en la hamaca a leer su diario deportivo.
Casi al mismo tiempo, las autoridades correspondientes llevaban al cabo
el depósito del cuerpo, en la fosa común, de quien no pudo ser identificado.









Esta es una publicación de la Catarsis Literaria El Drenaje.
Si algo aparece publicado acá, seguro es que coincidimos en ideas.
¡A los gobiernos no se les aplaude,
se les exige!









Puedes opinar en el blog http://grietasmx.blogspot.com
Administrado por Israel Caballero

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