miércoles, 1 de septiembre de 2010

Grietas 11

Denisse Sánchez Erosa
Un pasquín del Grupo
La Resistencia 2012
Número 11 / 1 Sep 2010
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Bárbara López León . Argentina Casanova .
Mario Pineda . Adán Echeverria

Dirección: Jorge Manzanilla                                   
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Bárbara López León . Argentina Casanova .
Mario Pineda . Adán Echeverría


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Administrado por Israel Caballero.



 









¿HOMOFÓBICA YO? 
ELSA CORNEJO







Hace no mucho tiempo, a los niños zurdos se les obligaba a usar la mano
derecha porque se creía que ser zurdo impedía el desarrollo correcto de una
persona. Incluso la palabra "diestro" aún significa lo bueno, lo correcto,
mientras que "siniestro" es aquello que es malo o torcido. No hay una
explicación racional para esta práctica, simplemente así se acostumbraba. Hoy
en día sabemos que ser zurdo o diestro es una cuestión cerebral que nada
tiene que ver con el carácter de la persona, y que impedir que un niño escriba
con la mano que le es natural es perjudicial para su desempeño. Imagínese
usted, ¿qué haría si la maestra de su hija le amarrara una mano para obligarla
a escribir con la otra? ¿Estamos de acuerdo que el problema sería de la maestra,
no de la niña?
Últimamente, con respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo
y la adopción por parte de parejas homosexuales, escucho opiniones
contradictorias como "No soy homofóbico, pero no quiero ver a dos hombres
tomados de la mano", o "No se trata de discriminar, pero no creo que deban
tener derecho al matrimonio y adopción como cualquier otra persona". Las
personas que piensan de esta manera no reconocen que su postura es irracional
porque toda su vida les han dicho que ser homosexual o lesbiana está mal, o
que es una enfermedad, o un comportamiento escogido y no deseado por el
resto de la sociedad. Viven en un ambiente donde la violencia verbal hacia
gays y lesbianas es aceptada, y están tan acostumbrados a escuchar mensajes
homofóbicos que ya interiorizaron esta creencia y no se detienen a cuestionarla,
aún cuando hay evidencia contundente de que su creencia es errónea.
Por eso piensan que una niña o niño que crezca con dos papás o dos
mamás, por default, será perjudicada. La evidencia científica, los estudios
sociológicos y psicológicos demuestran que no es el caso (no me detendré en
hacer un recuento exhaustivo de estudios; mejor remito a http://www.apa.org/
pi/lgbt/resources/parenting.aspx). Permítame, entonces, hacer una sugerencia:
el problema no está en que las y los homosexuales quieran igualdad de
derechos, el problema es que vivimos en una sociedad que racionaliza y
justifica la homofobia.
El concepto de "homofobia" fue acuñado por el Dr. Wainwright Churchill
en 1967, aunque su uso actual se refiere principalmente al estigma y los
prejuicios a los que son sujetas las personas homosexuales, más que al temor
irracional que implica una fobia. La distinción entre el concepto de homofobia
-el temor irracional hacia las personas homosexuales- y los conceptos de
prejuicio y discriminación sexual nos indican la diferencia entre una reacción
psicológica individual y la construcción social sistemática del odio hacia un
grupo de personas consideradas diferentes. Si bien la psicología, y en par-
ticular el psicoanálisis de Freud, reconoce síntomas de homofobia que van
desde la ansiedad hasta la paranoia, y que adjudica a impulsos homosexuales
reprimidos o a una forma de homosexualidad latente, la homofobia como
fenómeno social es de origen complejo, engloba muchos niveles y tipos de
discriminación y prejuicio, y por lo tanto ha sido difícil de enfrentar y erradicar,
sobre todo porque no hay voluntad política ni social para atender de manera
sistemática y estructural un problema que es histórico pero que no se reconoce
como tal.
Uno de los antecedentes más arraigados de la discriminación sexual fue
establecido por Santo Tomás de Aquino, quien argumentó que el único fin
"correcto" de la sexualidad es la procreación, calificando a la homosexualidad
como la más grande manifestación de la lujuria. De ahí que las personas que
consideran la procreación como el objetivo primordial de la sexualidad, y que
consideran el placer sexual como un pecado, rechazan por principio a las y
los homosexuales, y promueven ese rechazo en sus familias y comunidades.
Además, se malinterpreta la postura de la Iglesia Católica (y de otras
instituciones religiosas) y se usa como pretexto para justificar la violación de
los derechos humanos. La Iglesia Católica, basándose en una interpretación
de la Biblia y en la tradición eclesiástica, considera inaceptable el acto sexual
entre dos personas del mismo sexo, así como considera inaceptable cualquier
acto sexual fuera del matrimonio católico, pero enseña respeto y compasión
hacia las personas que nacen homosexuales, a quienes acepta siempre y cuando
vivan en celibato. Por respeto al derecho a la libre expresión y a la libertad de
culto, se debe respetar la opinión de las religiones organizadas y las normas
que impone a sus feligreses. Pero asimismo las instituciones religiosas deben
respetar la libertad de todas las personas a decidir sobre su propia familia, su
propio desarrollo y su propia felicidad, y no deben impedir que el Estado
garantice sus derechos.
Más allá del prejuicio religioso contra la homosexualidad, la homofobia
es una forma de sexismo. Algunos estudios sociales que han estudiado las
características de las personas homofóbicas muestran que los hombres
discriminan más a otros hombres que no cumplen con el patrón de masculinidad
dominante. Es decir, el temor y el odio hacia la homosexualidad que
experimentan algunos hombres son motivados por el rechazo de lo que
consideran rasgos o comportamientos "femeninos" en otros hombres, y el
temor a que se les considere "femeninos" o "menos hombres" a ellos mismos.
Este temor ha sido identificado como una de las causas principales de los
crímenes de odio por homofobia, donde una persona homosexual es
"castigada" con violencia, a veces hasta la muerte.
En general, las personas homofóbicas son motivadas por un deseo de
preservar los roles tradicionales de género, que dictan como "debe" portarse
un hombre y como "debe" portarse una mujer. Por su naturaleza, las personas
homosexuales quebrantan estas normas sociales y cuestionan las actitudes
simbólicas que orientan la construcción de la identidad. Esta identidad, la
idea de "lo que yo soy", muchas veces se construye a partir de la exclusión, de
"lo que no quiero ser" o "lo que no debo ser". Aceptar y respetar a una per-
sona homosexual implica cuestionar, y quizás cambiar, el concepto que hemos
aprendido de lo que es ser hombre o ser mujer. En esencia, es cuestionarse a
si mismo, y esto ocasiona ansiedad en algunas personas.
Otro estudio acerca de las causas de la homofobia indica que las perso-
nas que aprendieron desde niñas que ser homosexual es malo tienden a
mantener esta actitud de rechazo, a diferencia de las personas que aprenden a
respetar a las personas que son diferentes, y quienes al conocer a un hombre
gay o una mujer lesbiana son capaces de reconocer los estereotipos erróneos
e ir más allá de los prejuicios sociales. Esto demuestra que la homofobia no
es una reacción psicológica involuntaria, sino una actitud aprendida, una actitud
basada en la ignorancia, el odio y el rechazo.
Algunos se preguntan qué va a pasar cuando aquellos niños que no
escogieron tener mamás lesbianas o papás gays se tengan que enfrentar a la
discriminación en la escuela o en la calle. En primer lugar, ya hay niños y
niñas en esa situación, así como hay niños y niñas que vienen de familias de
madre y padre heterosexuales pero que ellos mismos son homosexuales.
Ciertamente son sujetos a tremenda violencia homofóbica, porque no tenemos
una cultura que fomente al respeto a las diferencias. Imaginemos que una
niña proveniente de Sudáfrica llega a una escuela mexicana. Probablemente
el maestro explicará a sus alumnos de dónde viene la nueva compañera, por
qué es diferente su apariencia y su manera de hablar, y enfatizará que todas
las personas merecen respeto, y que cualquier burla o comentario ofensivo
será castigado. Lo mismo se podría hacer con una niña o un niño que esté
siendo hostigado por cualquier razón, no sólo por ser homosexual o tener
papás homosexuales. Si realmente se trata de proteger a las niñas y los niños,
tenemos que hacer un mayor esfuerzo, como individuos y como sociedad,
para erradicar la violencia generalizada a la que son sujetos, incluyendo la
violencia homofóbica.
Esta reflexión me lleva a expresar mi más profunda admiración por
todas las personas gays, lesbianas, bisexuales, transgénero, tansexuales e
intersexuales que viven en mi comunidad, que a pesar de la discriminación
constante a la que son sujetas, a la violencia verbal y hasta física que han
tenido que aguantar toda su vida, a estar escuchando que son una aberración,
que no merecen derechos, a tener que aguantar la burla y el escarnio, llegan a
ser personas de bien y a desenvolverse de manera íntegra en todos sus entornos,
y que a pesar de todo deciden ser una parte vital de la sociedad que los rechaza.
Eso demuestra valentía, carácter, madurez, capacidad de auto-reflexión,
paciencia, tesitura moral y muchas otras cualidades que, por cierto, debe tener
un buen padre, o una buena madre.











Todo objeto que pueda producir placer será considerado
un dildo. En este sentido, hasta el pene puede ser un
dildo.

                                           BEATRIZ PRECIADO.

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