miércoles, 13 de abril de 2011

Grietas 59


Un pasquín del Grupo La Resistencia 2012
Número 59 / 13 Abril 2011
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Argentina Casanova, Ileana Garma .
Mario Pineda . Adán Echeverría,
Joelia Dávila, Jesús Bartolo


Dirección: Jorge Manzanilla
palabrasgrietas@yahoo.com.mx









Eduardo Kintero



DUÉRMASE MI NIÑA


VANESSA HERNÀNDEZ




-Por aquí las avientan siempre -dice con tono serio Benigno Bejarano alias "La bizca", comandante de la Policía Judicial del Estado. Está en lo cierto. Es la cuarta en lo que va del mes y aún no llegan a la quincena. Sigue en cuclillas, no puede levantarse con la rapidez de años atrás. Ha aumentado, desde que entró a la policía estatal, poco más de 20 kilos; que hoy le dificultan sostenerse hábil sobre sus regordetas rodillas. Inspecciona lo que ha podido, o lo que ha querido. -"Nada puede hacerse"- insiste ahora con tono quejumbroso y enseguida añade -"a estas las van a seguir matando y arrojando siempre en el mismo lugar; les queda de paso".
Detrás de La bizca, como si fuera algún tipo de aparición en la mitad del desierto, la figura inmóvil de Rodolfo Pérez, policía y hombre de confianza de Benigno. No habla. Se queda quieto cada que encuentran una nueva "muertita", mote con el que las nombra su jefe. Parece, más que policía, un perito. Siempre, y luego de que La bizca les dé la primera mirada, Rodolfo, más minucioso y fijado en los detalles, inicia su propia inspección. Si no fuera por él, La bizca ni se tomaría la molestia de ir a los lugares donde les informan, en seudo anonimato, que han aparecido. La mujer bajo los pies de ambos hombres, como las anteriores, no sobrepasa los 20 años, su cuerpo presenta rastros de violencia sexual. La mitad de su ropa está rasgada, tiene el cabello quemado y las manos con la carne despellejada, como si los perros las hubieran mordido. -Mira, ésta estaba bonita -reflexiona La bizca mientras se rasca la entrepierna; está por tener una erección. "Si al menos nos dejaran las chulas, pero no, estos jijos de su chingada madre, agarran parejo".

Rodolfo la mira como si la conociera. Al igual que Bejarano, es un hombre mayor, casi cincuenta años. Está casado aunque, por como se lleva desde hace 11 años con su esposa, mas pareciera que está por divorciarse. Se acerca de nuevo al cadáver, como si buscara encontrar algo en él, como si éste pudiera decirle. Nada. El silencio del desierto es el único ruido que puede escucharse.

-Si quieres echártela, dale -invita La bizca medio asqueado al suponer que su amigo es de esos que gustan la necrofilia. Rodolfo no responde. Saca de su cartera una foto bastante desgastada, la misma que saca cada que ve a una de las jovencitas asesinadas. Bejarano, indiferente, nunca se da cuenta de este detalle, tiene prisa por escapar de estos encuentros con la muerte. Sentado sobre la camioneta, hace la llamada rutinaria, común en estos casos. El celular tiene el discado programado. Menos de un minuto después, y luego de dar los datos necesarios, enciende el motor para mitigar el calor que hierve bajo las suelas de sus zapatos. Rodolfo mira por última vez a la joven, le cierra los ojos: "En ellos ha de estar reflejado el que te asesinó", piensa.

Camina a la suburban; mientras lo hace, guarda la foto. Sigue sin hablar. "Ya vienen, nomás hay que esperar tantito, si la dejamos ahí y alguien la ve, se nos arma", dice Bejarano. Saca una caja de cigarros, enciende el primero. El calor es insoportable. Se quita las botas con la misma dificultad con que se las puso esa misma mañana antes de partir rumbo al trabajo. El olor de sus pies es parecido a un queso descompuesto. Tiene las uñas enterradas y una segunda piel, producto de los callos, se le ha formado en ambos talones. Se recarga sobre el respaldo. La mano se extiende sobre la ventana de la camioneta, Bejarano intenta que el humo no apeste su recién adquirida suburban. El sudor le escurre abundante por la frente. No deja de limpiarse cada cierto tiempo. "Ahora sí se están tardando estos cabrones, a ver si luego no quieren que de una vez levantemos otra, o peor, que tengamos que enterrarla"- se queja.

A lo lejos, dos camionetas llegan. Ambas
negras. Tres hombres bajan de la primera, dos
más de la segunda. Actúan rápido, en menos de
25 minutos, han limpiado todo rastro de la joven.
El propio desierto hace el trabajo final, las huellas
de los hombres son borradas por un viento
cómplice. Rodolfo no los mira, se voltea siempre
que ellos vienen. La bizca es cordial; se vuelve
un anfitrión amigable siempre que tiene que
llamarlos. "¿Todo bien?" -pregunta uno de los
hombres a La bizca-, "Si, lo normal, aunque
bueno, sería mejor si avisan con tiempo cuándo
van a aparecer, es que ya van varias este mes y
luego en el mismo lugar..."

El hombre sonríe parco, no responde, mira
a uno de los suyos, él no puede hacer nada, igual
que La bizca recibe órdenes. Las "muertitas"
seguirán apareciendo, ahí o donde sea. Toma un
sobre de su pantalón, se lo da a Bejarano.
Como si fuera un secreto, un pitazo, le dice
casi en susurro: "Yo que tú, mañana temprano
me daba otra vuelta, pero esta vez, trae tu propia
pala". Da la vuelta. En cinco minutos las
camionetas desaparecen. Una espesa ráfaga de
polvo les envuelve mientras el desierto los traga.
La bizca sube a la suburban. Cuenta los billetes del sobre, reparte la mitad a Rodolfo, quien los toma sin contar, para guardarlos en la guantera. Bejarano luce tranquilo, ni el calor infernal puede ahora fastidiarlo; tiene plata para calmar la sed en el siguiente bar que se encuentren. Enciende el segundo cigarro, voltea y un poco desesperado por el silencio de su acompañante, al fin encuentra el tema para romper la solemnidad: A propósito, ¿ya apareció tu hija?



PURULENCIA DEL CORAZÓN

MÓNICA ELIZABETH GONZÁLEZ

01
Se me ha acabado la ternura. La dejé entre las piedras de tu ciudad, entre los pliegues de tu sexo, entre las grietas de tu voz.

04
Otra vez esa canción que habla de almas gemelas. Yo no fui un alma gemela para ti. Ni siquiera te conozco. Pero eso sí, éramos cuerpos gemelos. Embonábamos armoniosamente en un 69 tan perfecto, que se acercaba al infinito.

07
Inútil regodearme en la memoria de tu olor, de tus manos, de tu sexo ¿Por qué no pensar en tu falta de pelo, la vejez de tu voz? Ya conocía el final de este viaje. Estéril es aferrarme al camino ¿Cuántas veces más tengo que despedirme? Si la herida de mi corazón duele, espero que esté sanando.


HISTORIA DE INFANCIA

BEATRIZ ALIGHIERI

Aún le dolían brazos y piernas por los golpes de su papá. La noche anterior, como siempre, llegó borracho y le pegó a ella y a su madre, quien entre gritos y lágrimas le ordenaba atenderlo. Apenas estaba clareando la mañana y los recuerdos los hundía en lodo y estiércol mientras lavaba el chiquero. Luego atendía puercos y gallinas para entrar a desayunar antes que su padre despertara. En eso llegó su tío. Ella pensaba que él era la única persona que la quería.
-Toma -le dijo el tío-, sé que te gusta leer y te traje un libro; habla sobre un gran hombre que dejó su huella en el mundo.
- ¿Crees que algún día llegue a ser como él, tío?
- Claro Boni. Algún día todo lo que tú quieras será tuyo. -En la portada
del libro el título decía: Mi lucha.



ESTOY ENFERMA DE ITINERARIOS NÓMADAS


ILEANA GARMA


de casas inasibles que se derrumban sobre mí
de inocencias apagadas en un cenicero
en una ola en un bar de espejos
de obligaciones pálidas y deberes salvajes
de comunes abismos sobre la taza

Estoy atada de manos y pies y entrañas
por alamedas rojas donde se petrificó mi rostro
por hombres hechos de barba y lenguas de musgo
por soles coagulados en un sucio parque
en un sucio mar que tragaba niñas con sueño

Soy perseguida por la hojarasca azul que quiere consolarme
por mujeres que llegan con sábanas a envolver mis nervios
por perros que se sofocan ladrándole a mis temores
por relámpagos como besos profundos narcóticos
incorruptibles
por paquetes con cuerpos nuevos
con trabajos nuevos
con vidas nuevas
con un vestido blanco hecho de encaje y amaneceres
Todo viene a mí todo se arrodilla
todo es posible todo es viejo
Y yo enfermo y soy atada y soy perseguida
Cierro los ojos
me río en silencio




Esta es una publicación de la Catarsis Literaria El Drenaje. Si algo aparece publicado acá, seguro es que coincidimos en ideas.


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