Un pasquín del Grupo La Resistencia 2012
Número 63/ 20 Abril 2011
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Número 63/ 20 Abril 2011
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Argentina Casanova, Ileana Garma .
Mario Pineda . Adán Echeverría,
Joelia Dávila, Jesús Bartolo
Dirección: Jorge Manzanilla
palabrasgrietas@yahoo.com.mx
Eduardo Kintero
ESTAMOS HASTA LA MADRE
RÍGEL SOLÍS RODRÍGUEZ
RÍGEL SOLÍS RODRÍGUEZ
Salgo de la chamba como siempre a las tres en punto, pero esta vez mis pasos me llevan a otra parte y aun faltan dos horas para la cita en Remate de Paseo Montejo. Sin pensarlo me dirijo por la calle 54 hacia el norte, doy vuelta en la 57 y luego en la 56, al poco estoy ordenando una torta de carne asada y otra de empanizado en una lonchería cerca del sitio donde saldrá la marcha.
Doy una vuelta por el incorrecto monumento a los Montejo y, en el jardín donde se hace la Noche Mexicana, me esparramo en la única banca con buena sombra, mas el calor está en su apogeo. No cargué mi cámara buena, sólo una de juguete y miro a mi alrededor buscando algún encuadre interesante o bello, si he de tomar alguna foto deberá ser con luz dura, durísima, el dramatismo que vivimos no es para menos
Un par de grandes nubes tiene la gentileza de refrescar tantito mi espera y decido abrir Putas Asesinas, de Roberto Bolaño, para leer un rico cuento ya que no hubo sobremesa. Cuando lo termino una pareja de jóvenes se sienta en la banca de enfrente, supongo que han llegado a la cita. Entonces me paro porque las nubes ya se alejaron y veo una toma interesante para fotografiar.
Practico la foto y recuerdo el mejor comentario que he recibido en una exposición por parte de un pintor mamón: está chingona tu marialuisa. Guardo la camarita y doy otra pequeña caminata para luego regresar a mi lugar de lectura, al tiempo que una mujer se sienta junto a mí y pregunta si estoy ahí por la marcha y quién convocó, le contesto que sí y que organizaciones civiles y artistas independientes. Todavía faltan veinte minutos.
Guardo libro y cámara en el morral, desamarro y amarro de nuevo los cordones de mis tenis. En la esquina ya miro algunos manifestantes, al otro extremo me parece ver a Don Manuel Santos al pie de su carcacha. Paso entre la incipiente congregación y distingo a ciertos teatreros: Raquel Araujo y Sebastián Liera, éste último hizo gran labor de convocatoria a través de Facebook. Llego al parque de Santa Ana, donde también algunas organizaciones convocaron y
empieza a reunirse gente. Ahí saludo a Pedro Echeverría y le ayudo a armar su pancarta de protesta. Miro también al Dr. Gilberto Balám y a otras personas de todas las marchas. Una chica pregunta por qué se citó en dos lugares, una dama responde que no importa porque al ratito se reunirán con los de Remate para marchar juntos. Tomo una foto.
Ésa es una de las dos fotografías que tomaré durante la manifestación. Reacomodo las cosas en mi morralito que llama la atención de Pedro: ¿Qué es Misfits? Un grupo de punk, contesto y con ello le saco una sonrisa de aprobación; somos unos inadaptados. Silvia Káter y su pareja pasan junto a la pequeña bola sin mirar a nadie rumbo a Remate, al poco todos nos movemos para allá y en el camino aparece otro legendario marchante: Lorenzo, el Camarada de la Casa de Todos.
Ya está reunida bastante gente, muchos jóvenes y artistas, gente de la prensa también, pero no son el retamadrero que soñábamos. Pedro me ilustra con un paréntesis cultural: se llama Remate no porque sea un remate, sino porque aquí se hacían ventas de remate tipo ventas de garaje. Mauricio Macosay adelanta su camioneta con el sonido, unos como la Tihui van en bici, no veo muchos amigos míos, sí al joven escritor Carlos Castillo saludar al maestro José Díaz. Entonces comenzamos a caminar, rodeamos el puto monumento y tomamos la calle 58, no atino a calcular si somos doscientos o más.
"No más sangre, estamos hasta la madre", son los primeros gritos que se dejan escuchar; "ya estamos hartos, estamos hasta la madre", continuamos ante la mirada de trabajadores de los comercios y de algunos conductores en los cruceros. Unas chicas van haciendo un performance, otros platican mientras andan, yo voy pensando en que somos pocos pero no importa, continuamos, alzamos las pancartas, gritamos. La próxima seremos más. Pasamos frente al Congreso del Estado y no les mentamos la madre, sólo les decimos asesinos y que ya estamos hasta la misma; marchamos hacia la 65 y parece que ya somos más; doblamos y doblamos para llegar a la plaza, pasamos frente a la catedral y con repetición se oye "no matarás". "Ahí están, esos son los que chingan la nación", se grita frente a los palacios de gobierno estatal y municipal. Alguien dice algo que no entiendo frente a Banamex, donde hay españoles de piedra pisando cabezas mayas.
Ya frente al palacio de gobierno somos más del doble y Pamela se une invitándome un granizado de uva. El Negro toma fotos en serio, por olvido no fui a la exposición que curó e inauguró anoche en el Olimpo. Se leen varios textos, las cartas de Javier Sicilia y algunos poemas. También se realiza un performance en que se descubren varios cadáveres a las puertas del palacio, a los pies de los gendarmes. El chicharronero, el granizadero y el de las marquesitas han duplicado sus precios por tanta gente ahí reunida.
Se van apagando las palabras y la gente se despide. Entre la escarpa y la calle queda el altar con flores, velas y veladoras. El tránsito vehicular se abre de nuevo y los bólidos pasan a gran velocidad pero no todas las flamas se apagan ni todas las cartulinas se vuelan. Un par de personas vuelve a prender las candelas y reacomoda las pancartas: "que nos gobiernen las putas, porque sus hijos no pueden", "no más sangre" y "estamos hasta la madre". Son más de las siete, la noche ha caído con una leve, muy leve frescura. Me siento junto a Pamela en el arriate frente al palacio, frente al altar; comemos unos chicharrones y el simpáticoventero de la esquina grita con alegría que se apuren a comprar su marquesita, porque sólo le quedan cien. Una señora se acerca y me pregunta qué pasó, porque una mujer le dijo en la combi que mataron a tres personas en la puerta del palacio. Oigan esto nada más performanceros.
Explico a la señora de qué trató el asunto y el porqué de las veladoras y las flores. Su cara me responde que hubiera preferido la historia de los muertos en la mera plaza y mejor se retira. Tomo la segunda y última foto de la jornada y vuelvo al arriate. Entonces una viejita se nos cerca con canastita de pepitas y, con la ternura de los dientes que faltan, me pregunta qué pasó. Le digo que es una protesta por tanta muerte inocente a causa de la estúpida guerra de Calderón. ¿Se murió Calderón?, me pregunta la pobrecita que casi está sorda.
Insiste en que compremos una bolsita de pepitas que ella misma elabora. Veo preocupación y no sé qué en su cansada mirada y arrugada piel. Ya nos llevamos a la boca las primeras pepitas y le digo que no, que no murió Calderón, al contrario, por su culpa han muerto muchos inocentes. Por poco llora la viejita cuando me dice que eso no debe ser, que está muy mal que mueran inocentes. Y se para y nos despedimos para ella continuar su venta nocturna y nosotros al colmo de la frivolidad.
Respiró profundo y miró la Plaza Grande otra vez en total normalidad. Mientras me estiro para encaminarme oigo a una pareja de turistas preguntarse qué significaría el altar a media calle. Deciden cruzar y preguntar a las tres personas que parecen hacer una guardia. Avanzamos junto a turistas y paisanos indiferentes bebiendo sorbetes, entonces me topo con Pixi, cubeta de engrudo y brocha en mano, acompañado de otro músico con carteles para una tocada. Y eso es la coronita de una tarde de esperanza, el seis de abril de 2011.
NUEVA YORK DESPATARRADA
MANUEL PÉREZ-PETIT
¿Quién sabe? Aquí está todo y aquí
no hay nada. Todo sueños. Todo apenas
alumbrado, más todo sin historia,
más todo sin sentido, sin, acaso,
un orden, un concierto, sin belleza.
SOCIEDÁ
JOSÉ AGUSTÍN SOLÓRZANO
una cuartilla nada más
para desaparecerte de mi vocabulario
eres mi triste casa
mi ataúd habitado por multitudes
tus calles, tus bosques incendiados
me recuerdan a la muerte
y a la vida tus ojos de ventana desahuciada
tus colores de neón y tus espectaculares
eres la vieja sombra que te espera en las esquinas
y te dice -buú, soy un fantasma- y ojalá lo fueras
y no este aire opaco este revivido andante
ciudá
sociedá
nada terminas apócope del mundo
revélate ante ti misma, échate de rodillas como un
aterrado
destiéndete como una gran sábana dormida
somos tus hijos y tus verrugas
unos tumorcillos nada más
de tu gran nombre
sociedá
me permito mandarte a chingar tu madre
y tu nombre de pila: México.
Esta es una publicación de la Catarsis Literaria El Drenaje. Si algo aparece publicado acá, seguro es que coincidimos
Tus opiniones nos interesan. COMENTA, COLABORA A palabrasgrietas@yahoo.com.mx
Doy una vuelta por el incorrecto monumento a los Montejo y, en el jardín donde se hace la Noche Mexicana, me esparramo en la única banca con buena sombra, mas el calor está en su apogeo. No cargué mi cámara buena, sólo una de juguete y miro a mi alrededor buscando algún encuadre interesante o bello, si he de tomar alguna foto deberá ser con luz dura, durísima, el dramatismo que vivimos no es para menos
Un par de grandes nubes tiene la gentileza de refrescar tantito mi espera y decido abrir Putas Asesinas, de Roberto Bolaño, para leer un rico cuento ya que no hubo sobremesa. Cuando lo termino una pareja de jóvenes se sienta en la banca de enfrente, supongo que han llegado a la cita. Entonces me paro porque las nubes ya se alejaron y veo una toma interesante para fotografiar.
Practico la foto y recuerdo el mejor comentario que he recibido en una exposición por parte de un pintor mamón: está chingona tu marialuisa. Guardo la camarita y doy otra pequeña caminata para luego regresar a mi lugar de lectura, al tiempo que una mujer se sienta junto a mí y pregunta si estoy ahí por la marcha y quién convocó, le contesto que sí y que organizaciones civiles y artistas independientes. Todavía faltan veinte minutos.
Guardo libro y cámara en el morral, desamarro y amarro de nuevo los cordones de mis tenis. En la esquina ya miro algunos manifestantes, al otro extremo me parece ver a Don Manuel Santos al pie de su carcacha. Paso entre la incipiente congregación y distingo a ciertos teatreros: Raquel Araujo y Sebastián Liera, éste último hizo gran labor de convocatoria a través de Facebook. Llego al parque de Santa Ana, donde también algunas organizaciones convocaron y
empieza a reunirse gente. Ahí saludo a Pedro Echeverría y le ayudo a armar su pancarta de protesta. Miro también al Dr. Gilberto Balám y a otras personas de todas las marchas. Una chica pregunta por qué se citó en dos lugares, una dama responde que no importa porque al ratito se reunirán con los de Remate para marchar juntos. Tomo una foto.
Ésa es una de las dos fotografías que tomaré durante la manifestación. Reacomodo las cosas en mi morralito que llama la atención de Pedro: ¿Qué es Misfits? Un grupo de punk, contesto y con ello le saco una sonrisa de aprobación; somos unos inadaptados. Silvia Káter y su pareja pasan junto a la pequeña bola sin mirar a nadie rumbo a Remate, al poco todos nos movemos para allá y en el camino aparece otro legendario marchante: Lorenzo, el Camarada de la Casa de Todos.
Ya está reunida bastante gente, muchos jóvenes y artistas, gente de la prensa también, pero no son el retamadrero que soñábamos. Pedro me ilustra con un paréntesis cultural: se llama Remate no porque sea un remate, sino porque aquí se hacían ventas de remate tipo ventas de garaje. Mauricio Macosay adelanta su camioneta con el sonido, unos como la Tihui van en bici, no veo muchos amigos míos, sí al joven escritor Carlos Castillo saludar al maestro José Díaz. Entonces comenzamos a caminar, rodeamos el puto monumento y tomamos la calle 58, no atino a calcular si somos doscientos o más.
"No más sangre, estamos hasta la madre", son los primeros gritos que se dejan escuchar; "ya estamos hartos, estamos hasta la madre", continuamos ante la mirada de trabajadores de los comercios y de algunos conductores en los cruceros. Unas chicas van haciendo un performance, otros platican mientras andan, yo voy pensando en que somos pocos pero no importa, continuamos, alzamos las pancartas, gritamos. La próxima seremos más. Pasamos frente al Congreso del Estado y no les mentamos la madre, sólo les decimos asesinos y que ya estamos hasta la misma; marchamos hacia la 65 y parece que ya somos más; doblamos y doblamos para llegar a la plaza, pasamos frente a la catedral y con repetición se oye "no matarás". "Ahí están, esos son los que chingan la nación", se grita frente a los palacios de gobierno estatal y municipal. Alguien dice algo que no entiendo frente a Banamex, donde hay españoles de piedra pisando cabezas mayas.
Ya frente al palacio de gobierno somos más del doble y Pamela se une invitándome un granizado de uva. El Negro toma fotos en serio, por olvido no fui a la exposición que curó e inauguró anoche en el Olimpo. Se leen varios textos, las cartas de Javier Sicilia y algunos poemas. También se realiza un performance en que se descubren varios cadáveres a las puertas del palacio, a los pies de los gendarmes. El chicharronero, el granizadero y el de las marquesitas han duplicado sus precios por tanta gente ahí reunida.
Se van apagando las palabras y la gente se despide. Entre la escarpa y la calle queda el altar con flores, velas y veladoras. El tránsito vehicular se abre de nuevo y los bólidos pasan a gran velocidad pero no todas las flamas se apagan ni todas las cartulinas se vuelan. Un par de personas vuelve a prender las candelas y reacomoda las pancartas: "que nos gobiernen las putas, porque sus hijos no pueden", "no más sangre" y "estamos hasta la madre". Son más de las siete, la noche ha caído con una leve, muy leve frescura. Me siento junto a Pamela en el arriate frente al palacio, frente al altar; comemos unos chicharrones y el simpáticoventero de la esquina grita con alegría que se apuren a comprar su marquesita, porque sólo le quedan cien. Una señora se acerca y me pregunta qué pasó, porque una mujer le dijo en la combi que mataron a tres personas en la puerta del palacio. Oigan esto nada más performanceros.
Explico a la señora de qué trató el asunto y el porqué de las veladoras y las flores. Su cara me responde que hubiera preferido la historia de los muertos en la mera plaza y mejor se retira. Tomo la segunda y última foto de la jornada y vuelvo al arriate. Entonces una viejita se nos cerca con canastita de pepitas y, con la ternura de los dientes que faltan, me pregunta qué pasó. Le digo que es una protesta por tanta muerte inocente a causa de la estúpida guerra de Calderón. ¿Se murió Calderón?, me pregunta la pobrecita que casi está sorda.
Insiste en que compremos una bolsita de pepitas que ella misma elabora. Veo preocupación y no sé qué en su cansada mirada y arrugada piel. Ya nos llevamos a la boca las primeras pepitas y le digo que no, que no murió Calderón, al contrario, por su culpa han muerto muchos inocentes. Por poco llora la viejita cuando me dice que eso no debe ser, que está muy mal que mueran inocentes. Y se para y nos despedimos para ella continuar su venta nocturna y nosotros al colmo de la frivolidad.
Respiró profundo y miró la Plaza Grande otra vez en total normalidad. Mientras me estiro para encaminarme oigo a una pareja de turistas preguntarse qué significaría el altar a media calle. Deciden cruzar y preguntar a las tres personas que parecen hacer una guardia. Avanzamos junto a turistas y paisanos indiferentes bebiendo sorbetes, entonces me topo con Pixi, cubeta de engrudo y brocha en mano, acompañado de otro músico con carteles para una tocada. Y eso es la coronita de una tarde de esperanza, el seis de abril de 2011.
NUEVA YORK DESPATARRADA
MANUEL PÉREZ-PETIT
¿Quién sabe? Aquí está todo y aquí
no hay nada. Todo sueños. Todo apenas
alumbrado, más todo sin historia,
más todo sin sentido, sin, acaso,
un orden, un concierto, sin belleza.
Apenas un cajón donde los hombres,
o, al menos, algunos de los hombres,
en un desesperado vano intento
de suicidio común, quieren hacerlo
todo, y todo en apenas el espacio
que apenas nos ocupa una manzana.
o, al menos, algunos de los hombres,
en un desesperado vano intento
de suicidio común, quieren hacerlo
todo, y todo en apenas el espacio
que apenas nos ocupa una manzana.
SOCIEDÁ
JOSÉ AGUSTÍN SOLÓRZANO
una cuartilla nada más
para desaparecerte de mi vocabulario
eres mi triste casa
mi ataúd habitado por multitudes
tus calles, tus bosques incendiados
me recuerdan a la muerte
y a la vida tus ojos de ventana desahuciada
tus colores de neón y tus espectaculares
eres la vieja sombra que te espera en las esquinas
y te dice -buú, soy un fantasma- y ojalá lo fueras
y no este aire opaco este revivido andante
ciudá
sociedá
nada terminas apócope del mundo
revélate ante ti misma, échate de rodillas como un
aterrado
destiéndete como una gran sábana dormida
somos tus hijos y tus verrugas
unos tumorcillos nada más
de tu gran nombre
sociedá
me permito mandarte a chingar tu madre
y tu nombre de pila: México.
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