jueves, 19 de mayo de 2011

Grietas 72


Un pasquín del Grupo La Resistencia 2012
Número 72 / 11 Mayo 2011
En la edición: Denisse Sánchez Erosa .
Argentina Casanova,Ileana Garma .
Mario Pineda . Adán Echeverría,
Joelia Dávila, Jesús Bartolo


Dirección: Jorge Manzanilla
palabrasgrietas@yahoo.com.
mx








Eli Barreiro



LAS ILUSIONES PERDIDAS (LA MARCHA DEL 8 DE MAYO)

KENIA AUBRY



Recuerdo que hace poco más de una década,
varios filmes mexicanos tematizaron la
corrupción y la impunidad entre políticos y
funcionarios públicos, algunos ejemplos son:
Todo el poder (1999), La ley de Herodes (1999)
y tiempo después se agregó Conejo en la luna
(2004). La corrupción es un tema que tiene
tomado al entorno de los mexicanos o, para ser
más explícita y quede claro el término de Julio
Cortázar (dentro de mi conjetura), secuestrado.
Por eso, la producción cinematográfica no deja
de narrar las ignominias que acontecen desde el
poder, entre las obras más recientes y publicitadas
están El infierno (2010), el documental Presunto
culpable (2011) y Salvando al soldado Pérez
(2011)
.

No pretendo escribir sobre cine, no es el enfoque de mi columna. Traigo al discurso cinematográfico como paradigma de lo que todo arte tiene por razón de ser: la reflexión sobre lo que ocurre en el entorno sociocultural, siempre en combinación con las claves de lo local y lo universal. Destaco estos dos rasgos sustanciales en el proceso creador (no sé si de todo arte, pero con seguridad lo son del cine y de la literatura), porque independientemente de los filmes mexicanos, los cinéfilos y los asistentes sin más fin que el entretenimiento, hemos visto películas de diferentes nacionalidades con la misma temática. El código local funciona en ellas para otorgar la base real que ofrece la sociedad, y lo universal (para que me entiendan) es lo que comunica a chinos con alemanes, alemanes con mexicanos, mexicanos con africanos, y así ad infinítum. La experiencia universal en el cine (y en la literatura) nos coloca frente al espejo y no para mirar lo diferente, sino aquello que nos iguala.

¿A cuento de qué viene todo esto? Que las denuncias sobre las corruptelas planteadas en el cine (y en la literatura) no han servido de nada. Puedo considerar que las películas de naturaleza enteramente ficcional, para diferenciarlas de la sustancia de los documentales, tengan menos efecto en el razonamiento del espectador inocente. No obstante, proyecciones de testimonio como Presunto culpable (por cierto, de realización casi impecable), con todo y su final feliz, no deja indiferente, y sin embargo continuamos en la más grande de las displicencias.

El devenir del arte ha enseñado que no tiene un efecto ético sobre su auditorio, porque no es su intención. Pongo al cine (y a la literatura, géneros que mejor conozco) como modelos de discursos que apelan a la denuncia, a la exposición, a la revelación de problemáticas. Mas no resuelven, porque no les compete, ningún problema social. Nunca olvidaré la diáfana idea del escultor Richard Serra: la obra de arte (y el artista) no son útiles "de manera funcional como un coche o una puerta. Pero el arte puede ser un catalizador que transforma la manera de ver o de sentir tu relación con el mundo". Hoy me doy de topes contra un muro, pues toda obra de arte que piensa tiende al fracaso. No podemos mudar nuestra visión del mundo, porque no nos han enseñado a mirar el cine ni a leer la literatura, como (estoy convencida) tampoco nos han educado para comprender la Historia, ni el periodismo, ni la sociología, ni la ecología (esta mañana me dijo un vecino: "¡son chingaderas eso de que el agua se va a acabar!"), ¿en qué nos han educado entonces? Empiezan las ilusiones perdidas. He traído el tema de la corrupción porque lo considero el origen de nuestro agobio inmediato: el incontrolable crimen organizado (tema del mundo mediático de todos los días). Queremos que el problema se afronte con rapidez, pero no hay acciones contundentes que pongan freno al exceso de violencia. ¿Dónde están los intelectuales (no orgánicos) con una postura crítica que cuestione cada día, a modo de
terrorismo sicológico, nuestro maleado sistema para ganar conciencias? En el caso de los artistas, no basta con la creación, tiene que escucharse su voz. Reconozco como voces constantes la de Carlos Fuentes, Denise Dresser, Anabel Hernández, sin olvidar a los columnistas de la prensa seria que denuncian en artículos y entrevistas la situación social que vive México. Sé que no se puede obligar a los intelectuales (ni a nadie) a escribir críticamente, a cuestionar y a exigir no sólo al Presidente, a los servidores públicos, sino también a los banqueros, al ejército, a los universitarios, a las amas de casa, a los ciudadanos de a pie; mas en la circunstancias que vive el país, es un deber, un acto ético consigo mismo y con los otros.

En la vida y en la Historia no existen los hubiera. ¿Dónde estaba el poeta Javier Sicilia antes de la penosa muerte de su hijo? Cuántas marchas organizó por los muertos del narcotráfico, por los presuntos culpables que están en la cárcel y no lo son, por las muertas de Ciudad Juárez que hoy nadie invoca (y no han parado los crímenes femeninos, es sólo que las han superado los muertos por el crimen organizado). Cuántas marchas organizó por la corrupción y la impunidad, por los que habitan en comunidades sin luz y agua, por los que son aviadores con cinco nóminas, por los que tienen dos empleos; así podría incrementar esta relación de circunstancias inagotables. El grito de dolor de Sicilia con un "Estamos hasta la madre… Alto a la guerra. Por un México justo y en paz" (desde mi punto de vista) sólo contribuye al alarma y a la desesperación social, sobre todo, si tomamos en cuenta lo que dice Moisés Naim en su artículo de El País, "¿Quién perdió a México?": que los mexicanos estamos de por sí agobiados "por décadas de frustración económica, expectativas de progreso que no se cumplen y políticos y políticas mediocres".

El problema del crimen organizado (generado por la corrupción de nuestro sistema) no se resuelve con un "Estamos hasta la madre", ni se solucionará con la segunda marcha nacional convocada por Sicilia para el 8 de mayo. Para mí, el éxito de un movimiento no está en el número de personas que congregue (a veces es una falsa solidaridad), sino en la continuidad y en la persistencia de las acciones. Mi postura es antimarchas. Si no creyera que la condición humana es endeblísima, apostaría por la actitud, la voluntad y los sacrificios: evidenciar la corrupción, desde ciudadanos de a pie, pasando por periodistas, intelectuales, sacerdotes, banqueros hasta funcionarios públicos. La lucha contra el narcotráfico es de todos y no es de prisas, es de probidad, de conciencia, de paciencia, y de educar con ese ejemplo (en la escuela y la familia), aunque se lea estúpidamente manido, a las nuevas generaciones.

Me gusta una de las acciones emprendidas por Sicilia y debe hacerse efectiva: conmemorar a los muertos. Supongo que se refiere a los inocentes caídos por la guerra del crimen organizado, la propuesta del poeta es "poner placas con sus nombres en las plazas de cada pueblo". Estoy de acuerdo en que nuestras ciudades se conviertan en memoria manifiesta, visible. Convertir nuestros sitios públicos, nuestro entorno, nuestro país en acromegálico cementerio que nos devuelva el dolor y barra nuestra indiferencia, como ya lo había predestinado Roberto Bolaño en Amuleto: cementerios pero no parecidos a los de 1974, "ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo".

No somos los únicos que estamos hartos. Me parece que magnificamos nuestros problemas de narcotráfico y así no se puede pensar. El narco nunca se extinguirá del todo por una razón simple: la condición humana es excesivamente vulnerable, la ambición no tiene límites, pero sí creo que puede debilitarse, insisto, con probidad, paciencia, voluntad. A lo mejor no valga la comparación: me viene a la memoria Irak donde la vida cotidiana son las ráfagas de balas, las bombas, el toque de queda. Un país del caos, una Irak doliente que llora a los más de 50 muertos cada día. Los intelectuales no tienen espacios, tienen que huir. Los osados como Mohamed Al-Daradji, el director de Sueños (Ahlaam), filmó con una cámara en la mano y un AK-47 en la otra en 2005 (aunque la película se estrenó tres años después).

Al-Daradji dijo en declaraciones conmovedoras: "La gente en Irak no va al cine. No hay tiempo; quién quiere ir tiene el temor de ser asesinado, el miedo de que en algún edificio estalle una bomba del ejército de Estados Unido so de las milicias […] ¿Qué queremos: soldados o artistas?, es lo que nos preguntamos los iraquíes. Imagino que en México todavía existe eso de ir al cine con un amigo, con tu novia o con tu esposa. Eso no existe en Irak. A las seis de la tarde todos ya deben estar en sus casas, si no quieren arriesgarse […] Espero que un día los iraquíes puedan vivir como cualquier ciudadano del mundo, donde no haya guerra: sin miedo". Nosotros mexicanos, sin responder a la ligera, sino desde el verdadero pensar, ¿qué queremos?



APAGO LA LUZ

ROBERTO CARDOZO


quedas tú
sin la máscara efímera de la belleza
me iluminan tus ojos
desaparece la gravedad
entre las sombras
tus pechos vuelven a ser
firmes
los muslos
me atrapan
sueños vueltos a soñar
ágiles
aves muertas
espejos rotos a sus pies

La oscuridad sanadora
el sintiempo
nosotros colgados de las paredes
cerramos los ojos
bajamos deslizándonos
entre claroscuros
las sábanas se agitan

Un tigre acecha
sediento
abreva
de ti
de tu sombra
se alimenta
desaparece corriendo por las paredes
una estrella
inhalo
exhalo
vacío mi espíritu
me apago en la luz.


Esta es una publicación de la Catarsis Literaria El Drenaje. Si algo aparece publicado acá, seguro es que coincidimos en ideas.
palabrasgrietas@yahoo.com.mx

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