lunes, 3 de octubre de 2011

Grietas 95











Miguel Jesús Escalona




LITERATURA JOVEN O JÓVENES EN LA LITERATURA

ALEJANDRO IPATZI PÉREZ

La joven literatura comienza a parecerme muy vieja. En aras de una mejor profesionalización, de una excesiva exposición al mundo, adquiere hábitos perniciosos. Los jóvenes escritores quieren ser ya maduros críticos de un sistema que aún no acaban de comprender en todas sus peculiaridades. Eso está bien. El problema radica en que el resultado es una simplista forma de auto conmiseración. Cuando más en una forma evasiva recargada de reflexiones sin objetivo.

Asomado al estante de las más recientes producciones de Tierra Adentro, noté una cosa curiosa: estaba a punto de comprar un libro de X autor; su cuarta de forros me hablaba de una serie de páginas en las que encontraría algunos párrafos interesantes. Pero luego tomé otro libro, luego otro, y luego otro más, y entonces sufrí un empacho asqueado ante tanta trivialidad publicada. Lo que en un solo libro se me hizo como interesante, en muchos se me hizo tan carente de contenido. De todos los títulos exhibidos, no pude encontrar algo que me hiciera sentir las ganas de desembolsar los, por otra parte, módicos pesos que costaban dichos ejemplares. Y es que vistos así, en grupo, todos esos libros se me antojaron tan similares en su estéril contenido que no pude menos que darles la vuelta y recurrir a otros estantes

Y es que cuando siento ganas de leer, no quiero estar desentrañando acertijos, ni descifrando códigos en un extraño lenguaje encriptado. ¿Qué quieren decir? ¿A quién se lo quieren decir? Hace poco, en una presentación de libros, se quejaba el joven autor del poco nivel de lectura de los mexicanos. Pero en cuanto comenzó a leer sus poemas, varios, si no es que todos los presentes, no pudimos menos que justificar el asco que la población mayoritaria siente por los libros. Y es que, ¡qué malos eran sus poemas! Acabé preguntándome dónde estaban esos textos sabrosos, esas anécdotas entretenidas, esas tan disfrutables historias que hagan a la gente joven acercarse con gusto a los libros; y sobre todo a los libros de la gente joven. Yo no entiendo cómo ante tanta juventud, su literatura esté tan sobrecargada de un atroz pesimismo existencial. Uno lo comprendería de quienes han visto pasar sus mejores años. Pero de quienes apenas comienzan…, cuando tienen aún un mundo de oportunidades para mejorar las cosas. Y dedicados a la cómoda quejumbre, pues como que no me va. Resulta tramposo, artificial, manido, ejercer tan bárbara descarga de amarguras en una edad que por obvias razones no han tenido tiempo de padecer. Lo peor de todo es que se vienen replicando, generación tras generación, los mismos temas aunque con diferentes enfoques. El ensañamiento hippie, el desenfreno disco, el desenfado ochentero, el hastío de la generación X, el cinismo yuppie, la robotización actual, el aislamiento post informático. Quizá se trata, como pude contemplar en el after de esa misma presentación, de cultivar una flojera reflexiva, para posteriormente regarla profusamente con litros y litros de cerveza y alcohol. Quizá ese sea el camino por el cual llegaron a decidir que, después de todo, lo que más les convenía era ser poetas. Quizá.

COLMILLO ATASCADO

PABLO LACROIX

Un piojo habló esa noche tus palabras

mi cerebro vomitó los recuerdos de tu muerte

se enredó entre mis liendres la culpa de olvidarte

Deliro tercamente como cuerno embravecido

mis uñas crecen, los vicios me imprecan

y lloro como costra, lloro como cuajo

brindando al eclipse por esta vida lluviosa

¡Muerde mi cuello, muérdelo una vez más!

¿Por qué trato de olvidar la ausencia de tus celos?

Muerde mis tripas, estos gusanos y mi pulmón de Ónix

sólo muérdeme una vez más

tal como en la noche en que nacías bajo un buitre.

DIOS

ROBERTO TOM GARCÍA

Dios,

Dios por la noche

no existe cuerpo que le ampare

el borracho expele miedo al encarar la muerte,

frío momento antes de acostarse.

El Cholo arrumado a un costado del brasero

custodia al pelusa que desvela su primera colcha sin madre.

Dios,

Dios pasea con abrigo

cuando el feriante levanta la cortina, barre la acera

y un tibio rayo despierta al colero.

Cánticos desde la acera

forran con franela una pobreza ignorante

el megáfono ruidea:

"En tus bolsillos llevas droga, en tu cuerpo tienes droga, Jehová te liberará"

-cambié la palabra droga por olor a Myriam y Jehová por vagar-.

Dios,

Dios descansa al atardecer en los ojos choros de niños gatos

pelusas roban camiones varados en las calles colindantes

frutas, verduras, algún que otro tarro de jurel

para tranzar en la gran mesa, caleta Mapocho.

Se rozan, cuidan, duermen sobre sacos, rozan miembros

ojo semiabiertos de tanta pasta y persecuta.

Dios,

Dios es la moneda sobrante

con la cual no compro descanso en el bar purgatorio.

Dios es la moneda escasa que mendigo en un tacho hereje.

"Como buen parroquiano"

Vuelco los bolsillos sobre la barra:

jarra plástico, naranja, medio pato

tres rodajas de pan, al centro

un pebre sin cuchara.

Es la tierra prometida por el dios ausente

que conquisto con mi caracho sobre el plástico

mantel floreado y la mesa coja.

NADA

BEATRIZ CECILIA

No quiero estar presente

cuando la campana de la iglesia llame

a velar otro muerto.

No quiero ver de frente a esas mujeres

que lloran a sus hijos con las cuencas llenas

de preguntas y resentimiento.

Cuando se habla de muerte

en mi país,

se sabe que detrás

habita la injusticia.

Que mi lírica cantara a los amaneceres quisiera

al perfume del ritual amoroso,

a los buenos augurios que corren con el viento,

a los muchos pensamientos puros,

a la armonía que transparentan las estrellas,

a la vida al futuro.

Pero las auroras nos sorprenden bañados en sangre,

el amor se reparte como refugio

en el consuelo,

la esperanza y los anhelos se mudaron a otras tierras,

la pureza se amputa al primer balbuceo,

las luces celestes velan los cadáveres

a manos del anónimo,

la vida se nos se nos revuelca entre las manos

y el futuro ya no ocupa un lugar en la existencia.

Ahora no tengo tiempo para esperar los frescos amaneceres

y los ocasos suman ya más de cincuenta mil,

Pero lo peor de todo, lo peor

es que cuando leas estas líneas

los datos serán anacrónicos,

familias llorarán

a sus hijos, a sus padres,

decenas de mujeres asesinadas aparecerán en los tabloides,

volverá a tañer la campana

y seguiré aquí

muy cerca,

haciendo nada.

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