jueves, 8 de marzo de 2012

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Denisse Sánchez Erosa




RELEER POESÍA

ADÁN ECHEVERRÍA

Leer poesía es una tarea que requiere cierto entrenamiento.

Mario Bojórquez

Justificar los malos textos pensando que el otro, el lector, no tuvo la capacidad ni el entrenamiento suficiente para poder acceder a las obras crípticas de las que nos jactamos, es de una total candidez. Es así como muchos autores van por el mundo, con una currícula de premios y publicaciones influenciando en la límpida mente de jovencitos y jovencitas que buscan adentrarse en el mundo de las letras vía la clase o el taller y son engañados. En verdad que uno quiere pensar que aquello de “cierto entrenamiento” que señala el epígrafe de arriba tendría que estar referido al: dime lo que lees, dime cuánto has leído y discutamos, pero igual es muy falso. Todo escritor que se precie de querer serlo tendría que estar conciente de que se escribe con la simple idea de comunicar. Por supuesto que si tu currícula de premios y publicaciones la has logrado con esa capacidad de engaña-bobos que tan bien se aprende en el cinismo de la vida, se te antojará rodearte de pequeños escritorcillos en ciernes, a los que educarás en tus propias aguas, para volverlos tus alegres compadres, a quienes dar palmaditas, que luego retornarán como aplausos y el círculo se cerrará a través de las ideas literarias que se comparten. Los presupuestos ay, los presupuestos. He ahí uno de los grandes males que tiene la literatura. De todo libro se aprende algo, y me sostengo, hasta de la mala poesía se puede aprender, se aprende de mirar los errores que los demás cometen, pero ¿qué es mejor, estimado lector, mirar la paja en el poema ajeno, o la viga en el propio? Nadie tiene la suficiente capacidad, ni jamás la conseguirá, para poder decir: esto es o no es poesía, jamás podrá decirlo como la última palabra; pero goza de todo el derecho a decirlo si al final agrega: para mí. La poesía, toda, la que se produce en México es una poesía de altibajos, que mucho habla de la vanidad de los autores, y de el hecho real de vivir en un país en el que uno no puede cómodamente detenerse años a escribir poesía nada más, carajo hay que luchar para comer todos los días. De ahí que surjan las ideas de querer apropiarse una beca: alaba a tu maestro tallerista, cuando sea tutor del Fonca, seguro te dará una beca, tus 7 o 12 mil pesos mensuales, seguro te brindarán un poco más de tiempo para pensar en descalificar al otro. Así la crítica literaria es para sacar posibles competidores del camino. Si yo soy becario o tutor del Fonca, maestro o alumno tallerista de la fundación de letras mexicanas, tengo un portal de Internet que critica poesía, seguro que, para los bobos burócratas, seré un maestro con currícula avezada que me permitirá decir y desdecir de quién es o no poeta. Pero cuando la crítica resulta ser: yo y mis amiguitos nos reíamos cuando leías tus poemuchos en el encuentro de escritores, ¿de qué estamos hablando? ¿Cómo pretendemos que eso sea crítica de literatura? Entonces la descalificación del otro poeta es con en el fin de quitar competidores que luchen contra mi por esos presupuestos, ay los presupuestos. Las diversas estructuras metodológicas para el análisis literario, cualesquiera que sean usadas para hablar de una u otra obra, siempre estarán cargadas de un enorme subjetivismo. Al final, la principal crítica es: para mí. Para mí, esto no es poesía, para mí esto si es poesía, por eso y por eso otro. Me encanta la cara que pone el autor cuando el presentador habla de su obra, la cara siempre es de: yo jamás pensé en todo eso que dice, pero qué padre que lo diga, para que al siguiente acto, yo mismo me crea que en verdad pensé en todo eso que el presentador dijo, a la hora de explicar la gestación de mi obra al periodista, mucho más si el periodista ni siquiera sabe de literatura sino asiste a cubrir una nota porque hay una lana de por medio, y una cuota de notas al día que le permitan hacerse de un salario. Es una realidad que tu bagaje de conocimientos de libros y literatura te hará tener las herramientas para poder disfrutar, para ti, de un poema o de una obra. Pero, si el entrenamiento que dicen que tiene que tenerse para leer poesía fuera una necesidad intrínseca para poder acercarse a un libro de poesía, a un poema, entonces, para qué pensar en programas de Salas de Lectura y de Fomento a la Lectura, si los personajes neófitos jamás podrán leer poesía porque no cuentan con ese entrenamiento. En verdad que esa postura del entrenamiento no es más que un pretexto para ocultar las propias carencias, para justificar los pocos lectores a tu obra. A mí me queda claro, necesario es escribir pensando en un lector mucho más audaz que nosotros, un lector al que no se busque educar, sino con el que se busque compartir.

MUJER EXTREMA…

JESÚS BALDOVINOS ROMERO

Intro

No quiero estar sitiado en la extrema derecha del Padre

Ni en la sangre de la extrema izquierda de sus hijos…

Quiero habitar los segundos precarios junto a esas ventanas de amanecer

De atardeceres y de estrelladas noches en que tu canto es suave viento en las manos…

Del pensamiento

Cabalgas en la libertad de las ideas hasta tocar con la punta de los dedos el ombligo del universo

Tu Palabra es sencilla aguja que penetra y electriza

Que descompone el tiempo y lo hace habitable pese a los nubarrones de diario

Nada tan claro como esa agua, nada como esos guijarros que colocas en el almanaque

Y con los que construyes uno tras otro el sueño del otro

De tu fuerza

Caída tras caída en un calvario de horas y ropa y trastes y oficina

Levantas la mano y dices con voz de ave risueña Venceremos

Y tu voz es la de todas la mujeres y la de todos los niños que se han podrido en la historia

Y la de todos los viejos sepultados en el barro del olvido

Y a de todos los hombres tras las rejas perseguidos por la jauría del Poder…

Una escoba y un fusil se amarran a tus dedos y con ellos escribes un nuevo Génesis.

Escoltas las crines del caballo del viento y clamas por encima de todo Libertad…

La libertad de una mano que escribe y una voz que llama a sus muertos

Y cuya locura habrán de postrarse ante tu desnudez…

De tu cuerpo

Mil venenos y mil vuelos entre tu piel y Dios…

El instante en que el sol se detiene y con el las aguas y los hielos y la muerte…

Campos de siembra y de cosecha, de hijos de barro y sal,

De noches en espera y de susurros que estremecen la mirada…

Nada hay que habitar sino tu cuerpo y todos los ríos que en él confluyen

Todos los peces y sus siniestras fantasías

Mordiendo la piel

Ese milenario territorio que nadie ha podido completar su recorrido.

De ti, solo de ti…

Un silencio es lo que esperas encontrar en el reloj de la cocina

Un llanto detenido es lo que hayas en la sala

Un cuerpo redivivo ansías en la cama llenas de alacranes insomnes

Un instante para encontrar tu abismo y tu más alto punto geográfico…

Si tan solo pudiera penetrar ese Gran Misterio que eres Tú…

Y sin embargo, con lo poco que se de ti, me siento complacido y dispuesto a rendirte el tributo necesario

Detener manecillas del día, levantar la tarde y colocarla en el lienzo,

Mirar por debajo de la mañana o sonreír en el vuelo plateado de medianoche…

Solo una palabra tuya, un guiño, un susurro o un leve toque de tu piel

Para incendiar los extremos…


JEANNE KAREN

Hay un ramo de rosas en esa habitación, una es ciega, permanece con el cuerpo encorvado, mirando al piso de baldosas púrpuras, con los pétalos de abajo abiertos y su corona cerrada, es azul, pero no lo sabe y sus nervaduras negras, tiene la piel suave y tersa como un cielo despejado. A veces parece que quisiera desprenderse del arreglo, salir del florero a recorrer el pequeño cosmos donde

habita; del otro lado de la cómoda, donde permanece junto a sus hermanas hay una pared llena de retratos y un vitral en amarillos, naranjas, ocres y platas que deja entrar un sol casi desnudo.

La rosa ciega un día amaneció con un respirar profundo, de polen celeste, es una abertura resistente, un pequeño glaciar que parece dejar que se desgajen algunos pétalos como el hielo de los polos. Siempre la vigilo, pero cuando el sol se retira de la sala salgo corriendo como si una nube de gorriones me llamara en el patio y voy a ver. De nuevo se hace el silencio, sólo una naranja cae cerca de mí y moja mis zapatos de goma. Una noche al fin me sentí valiente y me quedé en el descanso de la escalera, ante la puerta de ese lugar, con sus enormes sillones verdes de terciopelo, las ventanas y su colección de caracolas de mar en las orillas, como pequeñas playas. Esperé y esperé, hasta que sentí que las rosas, habían ya conciliado el sueño, me asomé por la puerta, apenas rechinaba, metí primero una mano, después todo mi cuerpo tibio e incierto, como un fantasma rojo y, ahí estaba, la rosa ciega, era, lo había adivinado, una estrella con una luz terrible, que si hubiera podido ver ella misma, se habría nublado para siempre.

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